Las bases del Pacífico

El 27 de marzo de 1935, el S.S. North Haven partió de San Francisco rumbo a Honolulu, Midway, Wake, Guam y Manila, para preparar las bases que eran necesarias para abrir una ruta a través del Pacífico. A bordo estaba un joven asistente ingeniero de 21 años, apenas seis meses después de egresar del Instituto Tecnológico de Massachusetts. En 1980, este joven se retiró como vicepresidente de ingeniería de Pan Am. Hoy, 60 años después, estos son sus recuerdos de aquella expedición.

Por John G. Borger. "Cuando Pan American Airways decidió encarar la apertura de una ruta comercial a través del Océano Pacífico, uno de los desafíos que debió enfrentar fue la de construir una cadena de instalaciones capaces de prestar servicio tanto a los aviones como a las personas que se aventurarían por ella. Esta necesidad dio paso a una de las hazañas constructivas más grandes en la historia de la aviación: edificar en el menor tiempo posible hoteles, pistas, estaciones, equipos de radio y todo lo necesario a lo largo de 13.000 kilómetros.


El North Haven cargando placas en San Francisco.
Ocho de nosotros, reunidos en el Edificio Chrysler de New York, planeamos la expedición en dos meses. Hoy esto resulta asombroso. El Capitán L. L. Odell, Jefe Ingeniero de Aeropuertos de Pan Am, estuvo a cargo de los planes, y Charles Russell a cargo de la expedición. Yo acababa de salir de la universidad y era un simple empleado. Recuerdo que nuestro Requerimiento de Apropiación de Capital era de más de un millón de dólares, uno de los mayores de aquel tiempo; la oficina dio el OK inmediatamente.
El North Haven era el barco perfecto para el trabajo. Con 6700 toneladas, había servido en una fábrica de conservas de Alaska, y su baja cubierta había sido transformada en un dormitorio. Además de la tripulación, viajaban en él 112 trabajadores. Tenía enormes refrigeradores, donde habían sido cargados alimentos para los seis meses que durarían los trabajos en Midway y Wake. Honolulu y Manila eran ciudades, y Guam tenía una base naval. Por lo tanto, sólo era necesario instalar en ellas los equipos de navegación y comunicaciones. Pero todo estaba por construirse en Midway y Wake. Midway era una estación de control del cable submarino transpacífico, y en ella trabajaban 25 personas. Esto hacía que tuviéramos bastante buena información sobre el lugar. Tenía una profunda laguna y agua potable. Pero Wake estaba completamente deshabitada. Todo lo que sabíamos de ella provenía de un mapa hidrográfico sin mayores detalles, y de un artículo aparecido en la revista de la National Geographic.
Necesitábamos instalar antenas en todas las bases, para lo cual eran necesarios postes para todas las instalaciones. Me dijeron que me ocupara de conseguir postes de 35 pies, y lo hice. Pero nadie me había dicho que debían ser 35 pies por sobre el nivel de la tierra, para lo cual se necesitaban otros cinco por debajo. Tuve que conseguir nuevos postes de 40 pies en San Francisco, y los que ya teníamos fueron utilizados para reforzar los muelles en Midway y Wake. Las antenas de búsqueda direccional era todo un fenómeno por aquellos días. Un radio operador en un aeroplano podía fijar su clave de transmisión, y un operador en tierra ubicarla con un error de 1 grado en 1500 millas. Con su ubicación por dos estaciones, la posición del avión podía ser fijada con gran seguridad. Una noche perfecta, la estación de Alameda fijó la dirección de un Clipper que volaba entre Guam y Manila, pero eso fue algo excepcional.
Cargamos en el barco 12 edificios prefabricados para Midway, y otros doce para Wake. Cargamos, para cada base, dos motores Diesel para generar electricidad, dos molinos de viento para cargar agua y para tener presión, un tractor Caterpillar con palas intercambiables para cavar y cargar (los “Seabees” de la marina harían gran uso de él luego) y tanques de 4000 galones para agua y combustible de aviones. En la cubierta llevábamos tres lanchas para encarar situaciones de rescate en el mar, destinadas a las bases de Midway, Wake y Guam. Teníamos cerca de 80 trabajadores de la construcción, carpinteros, plomeros y electricistas. Además, llevábamos 12 empleados de Pan Am para la base de Midway y 12 más para la de Wake. Finalmente, contábamos con dos observadores de la Naval, dos ingenieros de radio y un periodista, Junius Wood.
En Honolulu descargamos el equipo de radio para nuestra base en Pearl City, del otro lado del puerto, y a nuestro gerente de estación, J. Parker Van Zandt. Pero además tomamos conocimiento de un problema que teníamos en Wake. La naval había enviado por avión un bote salvavidas a la isla, y durante el vuelo había tomado fotos de los bancos de coral que rodeaban la costa. Esto lo preveíamos, pero no que los corales hubieran crecido tanto en la laguna. Necesitábamos al menos 6 pies de agua para aterrizar un Martin M-130, por lo que tuvimos que conseguir, antes de partir de Honolulu, una tonelada de dinamita, además de reclutar a un especialista local en explosivos. Asimismo, aprovechamos para contratar a seis cocineros y un mozo para cada isla, y a Bill Mullahey, que había crecido en Hawaii y estudiado en Columbia, y cuyo padre trabajaba para la compañía del cable.


Descargando en Midway.
En Midway, tuvimos que descargar en pleno océano. Fue difícil. Bajamos la carga a barcazas, y luego una lancha las remolcó las cuatro o cinco millas que nos separaban de la playa. Extraordinariamente no perdimos nada, y no hubo que lamentar daños graves. Un marino se lastimó la mano durante la descarga, pero felizmente también llevábamos un médico a bordo. Una vez descargado todo, nuestra primer tarea fue poner en marcha el generador de energía. Luego, hubo que ocuparse de construir el depósito de mercadería, con refrigerador y freezer, todo lo cual ya habíamos descargado. Finalmente, un salón y la cocina. Además, había que armar dos edificios para los empleados, uno para el personal de la base y otro para las tripulaciones (el hotel no fue construido hasta 1936). También había que construir edificaciones para la radio, la antena de búsqueda y un taller para el mecánico. Finalmente, una oficina para el jefe de la estación y un edificio para ubicar definitivamente el generador de poder. Y mientras todo esto todavía debía ser construido, hicimos una perforación y colocamos uno de los molinos de viento para tener agua potable, lo mismo que los tanques para ésta y para el combustible. Dejamos 23 trabajadores en Midway para terminar el trabajo, y el North Haven partió hacia Wake.

Trabajos de descarga en Wake.
Wake es realmente un conjunto de tres islas, ninguna de las cuales estaba habitada, excepto por la aves. Planeábamos colocar la estación sobre la isla Wilkes, que está abierta al mar, pero el equipo de observación descubrió que estaba demasiado baja con respecto al nivel del mar. Así que fue la isla Peale, en el extremo de la laguna, la elegida. Descargamos en la isla Wilkes, y luego construimos una vía de rieles de 50 yardas hasta la laguna. Pusimos una pequeña lancha en la orilla, y luego la remolcamos con el tractor a través del canal entre Wilkes y Wake. Se hizo el mismo trabajo para cruzar la laguna hasta Peale, donde hicimos el mismo "baile" que en Midway, colocando los tanques de agua bajo tierra y luego instalando el molino para elevar el agua. Mientras tanto, debíamos asegurarnos de que la laguna tuviera los seis pies de profundidad para el aterrizaje de los M-130. Armamos una barcaza con una sonda de seis pies con la que recorríamos el fondo de un lado para el otro. Cuando la barcaza chocaba contra el coral, despertaba al chico que dormía en ella, y este marcaba el lugar con un ancla. Entonces, Bill Mullahey y yo íbamos hasta el lugar en un bote, y Bill bajaba a explorar el coral provisto de un improvisado snorkel de bambú y un arpón. Este último sólo tenía el objetivo de conseguir un buen pez para la comida, si se presentaba la ocasión. Una vez observado el lugar, Bill me indicaba si serían necesarios seis o siete cartuchos de dinamita para limpiar la zona. Luego volábamos el coral mediante un detonador por magneto. Entonces volvíamos al lugar y recogíamos cualquier pez que hubiera sido afectado por la explosión y marchábamos a cenar. Con este sistema logramos limpiar un área de aterrizaje que marcamos con 50 tambores vacíos de Diesel.
El North Haven siguió su camino hacia Guam y Manila, para llevar los equipos de radio, y nos dejó a nosotros y al equipo de construcción en Wake. El viento soplaba siempre desde el sudeste. El gerente de la estación, George Bicknell, lo recordaba cada día, y yo lo recordaba cada noche. El primer día que el viento sopló del sudoeste fue el día que los capitanes R. O. D. Sullivan y Jack Tilton (luego gerente de la división del Pacífico) llegaron en un S-42, en un viaje de observación. La dirección del viento los obligó a amarizar a la ancho de la laguna, hecho que luego el capitán Sullivan describiría coloridamente. El primer China Clipper arribó en noviembre, trayéndonos el pavo para el Día de Acción de Gracias, y continuó luego hacia Manila. En su viaje de regreso, recogió a siete de nosotros en Wake, otros tres o cuatro en Midway, y nos llevó hasta Honolulu, donde tomamos un barco que nos llevó de vuelta a San Francisco. La expedición había terminado. El servicio aéreo a través del Pacífico había comenzado."

 
El hotel de Pan American en Midway.
Salón del hotel de Pan American en Wake.



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